LA ÚLTIMA LLAMADA
Ella, con tanto amor que le tenía a su primo: Se criaron juntos, tuvieron la misma edad, hacían sus maldades en conjunto desde pequeños. Una vez se treparon en unas sillas acabado de comprar, su abuela histérica porque eran blancas y tenían los pies enfangados. Los primos muertos de la risa. ¿Malos? No, solo traviesos. Hacían de todo unidos, uña y carne, brincando y saltando. Al crecer ellos cogieron su primera borrachera juntos, sus papas los pillaron pero ellos como siempre recibieron sus regaños aun fuertes, se pegaron nuevamente y todo riza.
De adultos seguían saliendo, inseparables uno del otro, llegaron hasta convivir. Él le espantaba los novios a ella y la chica también odiaba las novias de él y hacia lo mismo, luego como siempre se reían. Ellos sí, quizás problemáticos pero no malos, vivían haciendo y deshaciendo de las cosas, de las situaciones y de la vida y luego, su mal de risas.
Él un día no la incluyo porque no la quería metía en nada de eso. Él comenzó a salir con un grupo de amistades que ella había visto antes y sabía que no eran las mejores personas para su primo juntarse. Le dijo que estaba preocupada y que no le gustaba lo que estaba pasando con él. El pobre se le sonrió y le dijo que no fuera metía y que no se preocupara. La chica le devolvió la sonrisa y le dijo que estaba bien.
Aun ellos eran cercanos, pero por el cambio de su primo su querida primita se tuvo que separar. Ella pasó por situaciones dolorosos y cantazos de la vida, pero el siempre aparecía y respondía por ella. La riza ya no estaba, cada vez él se veía peor y ella se sentía más abandonada y preocupada por él.
Comenzaron las llamadas hacia ella diciéndole: “te han matado tu primo”, su corazón siempre se frisaba, ella con desespero lo llamaba a su celular. Él le contestaba tranquilo. Ella le decía: “¿me dijeron que te mataron?” Fueron tantas las llamadas que él le respondía: “¿¡otra vez!?” se reían, se decían que se amaban, se contaban lo que había de nuevo y luego enganchaban.
Le llego la última llamada: “Mataron a Víctor!” “¿¡que!?” “¡Me dicen que mataron a Víctor!” “¡Deja el juego! ¿Tú sabes lo que me estás diciendo?” Algo le decía a Giani que esta vez era diferente. Con un taco en la garganta y temblando, llama a su primo. No contesto, sus ojos se llenaron de lágrimas. Ella volvió a intentarlo, no hubo contestación. Ella desesperada, llamo a su tía, la madre de Víctor, “¿Titi?” le dijo bien suavecito buscando una confirmación a la pregunta que temía ser preguntar con miedo que fuera cierto, no quería saber, necesitaba saber y lo único que escucho del otro lado del teléfono fue el llanto de su tía. Giani le pregunto con fuerza: “¡Donde!” Su tía débilmente le dijo: “en el caserío”. Giani, sin pensar como le vaya a afectar, llego ahí con el corazón en la garganta, agitada y su cuerpo brincando. No la dejaron pasar de las cintas de la escena del crimen, pero ella lo veía. No lo reconocía aun sabía que era él y ella solo pensaba que no se iban a reír más después de hoy. Que esta era la última llamada.
se murio?
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